Tal vez esto sea resistir...
Una vez eligieron la represión, la tortura, el secuestro, la muerte, la desaparición. Y sin que lo deseen, todo lo contrario, parimos de vientres desgarrados, retorcidos de dolor.
Más tarde pusieron en marcha su maquinaria socio-económica devastadora, individualista, genocida. Soberbios, seguros de amputar sueños, oportunidades, futuros. Y así degustamos los sabores de la resistencia, nos erguimos entusiastas en soñar y volver a hacerlo.
Por Fernando Borroni
mastempranoquetarde@gmail.com
Luego hicieron de su cinismo una cultura: “Tanto tienes, tanto vales”, y así elegimos, despojarnos de ella y de sus bienes. Y abrazarnos a nuestras raíces reconstruyendo la nuestra, la de siempre, la propia.
Sus publicidades y sus negocios de grandes marcas reprodujeron “modelos” de belleza en cada rincón. Y entonces nos afearon en la más bella de las fealdades, la de ser tan solo lo que somos: seres vivos y pensantes.
Como a niños recién lanzados a la vida nos enseñaron a comer productos de conserva en mal estado, con velocidad y una promesa de felicidad con moñito y en cajita. Fue así que de un salto le pusimos el mantel a la mesa familiar.
Los medios de comunicación fueron ecos sutiles, incansables de su discurso. Nos vendieron la noticia importante y urgente para que la vivamos como propia, única y excluyente. Mientras la cotidiana, la que se sufre a lo largo y ancho del país no tenía ni dos líneas. Y nos obligamos, entonces, a agudizar la lectura, la mirada crítica, así aprendimos a releer, a hacer periodismo.
Le pusieron música al vacío: marchas paralizantes, sonidos metálicos sin letras y sin ritmos para que las nuevas generaciones comenzaran a saltar cual maquinas descerebradas, mientras nos vendían algún tipo de sustancia energizante para saltar cada vez “más alto”. Y claro, decidimos, por si acaso afinar las guitarras, y zapatear nuestra tierra con su música.
Pronto ofrecieron el atajo hacia el éxito, hoy regado de pozos de tanto transito, y fue en aquel entonces que echamos a andar los caminos de las convicciones que hoy lucen algo más abandonado, pero tanto más nítidos y limpios.
Le cambiaron la cara al progreso: Maquinas por hombres, hombres como maquinas, enormes edificios por verde, grandes mercados por almacenes, comunicaciones digitales a distancia por más cerca que estuviésemos, valores por leyes de mercado, educación por carreras cortas, solidaridad por compromiso social. Y en medio de ello, nosotros, cientos, miles, eligiendo llamara a las cosas por su nombre.
Mundo presente abstemio de humanidad, ha
mbriento de capital. País insolvente de valores y principios, zaceado de acumular egoísmos. Reyes de acero gobernando continentes enteros mutando de monarquías a oligarquías, a dictaduras y democracias.
Peones somos en medio de este tablero.
Tal vez sea esta, una sencilla manera de expresar que la resistencia aún vive en cada uno de nosotros. Que quizás sea, tan solo, una elección de vida, una decisión matutina y cotidiana, empecinada, enamorada, inquebrantable. Al fin y al cabo un camino por el cual se opta no solo por los propios amores, sino por los ajenos. No solo por los sueños propios, sino por los urgentes, los de toda una humanidad que quiere darse y dar otra oportunidad a la historia, y al hombre en ella. Tal vez eso sea resistir: Devolverle al hombre el derecho a escribir la Historia.
Más tarde pusieron en marcha su maquinaria socio-económica devastadora, individualista, genocida. Soberbios, seguros de amputar sueños, oportunidades, futuros. Y así degustamos los sabores de la resistencia, nos erguimos entusiastas en soñar y volver a hacerlo.
Por Fernando Borroni
mastempranoquetarde@gmail.com
Luego hicieron de su cinismo una cultura: “Tanto tienes, tanto vales”, y así elegimos, despojarnos de ella y de sus bienes. Y abrazarnos a nuestras raíces reconstruyendo la nuestra, la de siempre, la propia.

Como a niños recién lanzados a la vida nos enseñaron a comer productos de conserva en mal estado, con velocidad y una promesa de felicidad con moñito y en cajita. Fue así que de un salto le pusimos el mantel a la mesa familiar.
Los medios de comunicación fueron ecos sutiles, incansables de su discurso. Nos vendieron la noticia importante y urgente para que la vivamos como propia, única y excluyente. Mientras la cotidiana, la que se sufre a lo largo y ancho del país no tenía ni dos líneas. Y nos obligamos, entonces, a agudizar la lectura, la mirada crítica, así aprendimos a releer, a hacer periodismo.
Le pusieron música al vacío: marchas paralizantes, sonidos metálicos sin letras y sin ritmos para que las nuevas generaciones comenzaran a saltar cual maquinas descerebradas, mientras nos vendían algún tipo de sustancia energizante para saltar cada vez “más alto”. Y claro, decidimos, por si acaso afinar las guitarras, y zapatear nuestra tierra con su música.
Pronto ofrecieron el atajo hacia el éxito, hoy regado de pozos de tanto transito, y fue en aquel entonces que echamos a andar los caminos de las convicciones que hoy lucen algo más abandonado, pero tanto más nítidos y limpios.
Le cambiaron la cara al progreso: Maquinas por hombres, hombres como maquinas, enormes edificios por verde, grandes mercados por almacenes, comunicaciones digitales a distancia por más cerca que estuviésemos, valores por leyes de mercado, educación por carreras cortas, solidaridad por compromiso social. Y en medio de ello, nosotros, cientos, miles, eligiendo llamara a las cosas por su nombre.
Mundo presente abstemio de humanidad, ha

Peones somos en medio de este tablero.
Tal vez sea esta, una sencilla manera de expresar que la resistencia aún vive en cada uno de nosotros. Que quizás sea, tan solo, una elección de vida, una decisión matutina y cotidiana, empecinada, enamorada, inquebrantable. Al fin y al cabo un camino por el cual se opta no solo por los propios amores, sino por los ajenos. No solo por los sueños propios, sino por los urgentes, los de toda una humanidad que quiere darse y dar otra oportunidad a la historia, y al hombre en ella. Tal vez eso sea resistir: Devolverle al hombre el derecho a escribir la Historia.
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