miércoles, 1 de julio de 2009

martes, 28 de abril de 2009

"Marcha de gigantes"

“Esta gran humanidad ha dicho ¡Basta!
y ha echado a andar,
y su marcha de gigantes ya no se detendrá…”
Ernesto Guevara.


El domingo 26 de abril pasado el pueblo de Gualeguaychú marchó nuevamente hacia el puente Gral. San Martín, frente a Botnia, bajo un solo grito: “Salvemos al Río Uruguay. Fuera Botnia”
Los diarios argentinos no se dieron por enterados, sus tapas reflejaron otras realidades, las que ellos pueden moldear, claro esta.

Fernando Borroni
www.fm955.com.ar
mastempranoquetarderadio.blogspot.com



La mayoría de los medios de comunicación decidieron no informar, y otros se conformaron con desinformar.
Por un momento al leer los diarios del lunes imagine que nada había sucedido aquel domingo pasado en Gualeguaychú. Que había sido un día más en la ciudad del carnaval, donde cada uno de sus habitantes hicieron mas o menos lo de siempre, lo habitual. Si el sol entrerriano no me hubiese enrojecido mi rostro, hubiese creído que todo había sido parte de un sueño atrevido, tras una noche de excesos. Pero no.
Las radios porteñas, como es habitual, respondieron a la perfección a la vorágine impuesta por toda gran ciudad y apenas alguna trasnochada recordó la marcha.
Revisaba las tapas de los diarios buscando, ingenuamente, algunos de esos titulares que ponen en alerta a más de uno, que convocan a la lectura y al interés, sin embargo mi búsqueda fue absurda. Creí por un instante que iba a enloquecer, logre calmarle al saber que la locura se había apoderado de mi hace años, entonces insistí y me detuve en uno de ellos que logre divisar a lo lejos reposando en los brazos de un canillita. Llegué a leer la palabra Botnia, y fui tras él.

Clarín “El gran diario argentino” había titulado: “UNA MUERTE EN EL CORTE POR BOTNIA EN GUALEGUAYCHU”. Era cierto la noche anterior a la marcha un joven que venia a alta velocidad por la ruta nacional 136, la cual estaba cubierta por una abrumadora niebla impacto contra el acoplado de un camión que atraviesa la ruta y fue internado en un hospital de la zona donde luego perdería su vida.
La perdida de una vida humana debería ser de nuestra preocupación y compromiso, aunque seamos cómplices de un modelo que la desprecia, pero a decir verdad esto no significa que siempre sea o deba ser noticia.
Cualquiera que alguna vez haya cruzado, al menos una vez, algún pasillo de una escuela de periodismo, sabe bien que la noticia no era el lamentable accidente de este joven, sino las más de 100.000 personas que marcharon hacia el puente Gral. San Martín bajo la consigna: “Salvemos al Río Uruguay. Botnia Sí contamina”.
Claro esta que nadie puede pensar, con algo de sentido común, que el multimedio Clarín crea que la perdida de cada vida humana sea una noticia para la “primera plana”, si no en el pasado hubiese informado la desaparición de las 30.000 personas durante la última dictadura militar, o hubiese denunciado el asesinato de Kosteki y Santillan, en vez de acusar a la crisis por semejantes asesinatos. O publicaría en la actualidad, en su portada, alguno de las decenas de casos de gatillo fácil, o por otro tanto, la desaparición de Jorge Julio López, o la de Luciano Arruga, o al menos alguno de las decenas de jóvenes y niños que nacen con enfermedades congénitas que conducen a la muerte, a causa de la contaminación que generan las pasteras, las papeleras o la minería a cielo abierto. Pero no es el caso.
El “Noble multimedio” se vio tan consternado por la muerte de este muchacho, que decidió instalarlo como titular central, con idéntica tipografía y espacio que la que utilizó cuando asesinaron en Neuquén al maestro Carlos Fuentealba.
Mal le pese a Clarín, entre otros, la noticia -por excelencia- de este ultimo fin de semana fue sin duda unas de las marchas más grandes e impactantes que ha registrado la historia argentina en la lucha por la defensa de su medio ambiente, que se agiganta al haber pasado ya, algo mas de 4 años de comenzada la lucha.
Crítica de la Argentina no le dio a la movilización, ni un recuadro en su tapa, “la libreta de mandados del gobierno”: Página 12 no se dio por avisado.
¿Cómo calificar este ninguneo? ¿Complicidad?, ¿negociado?

La marea de almas que marcharon el domingo pasado no es más que la clara prueba de que cuando un pueblo tiene una decisión tomada no hay nada que los detenga, ni el silencio, ni el desprecio de los medios de comunicación.
Cualquier analista o sociólogo apresurado hubiese anunciado su desintegración hace varios años atrás, a decir verdad muchos dieron por muerta esta lucha mucho antes de empezada y otros tantos pusieron toda su ímpetu en lograrlo.
Ante el hecho consumado de la pastera instalada y en funcionamiento, mas de uno creyó que el tiempo haría el resto, que de apoco la desazón se instalaría y las exigencias de la vida cotidiana reemplazarían cualquier intento de continuar. Y en un país donde nos quejamos y protestamos de los políticos de siempre, pero volvemos a votarlos, donde muchos negocian con ideales de pancarta, donde los sueños son transferibles, donde mantener las banderas en alto a través del tiempo es de una osadía excepcional, la soberbia del poder se creía seguro de triunfar. Pero fueron las mujeres de ese pueblo quienes empuñaron a la vida y la hicieron filosa y respetada, fueron sus gurises más inocentes y amados quienes se hicieron luz en las conciencias, y fueron los ancianos tan compinches de ese río que recorre atrevido la cuenca hasta inundar sus venas y sus nombres.

Es esta pueblada tan respetuosa como irreverente, la que hace vibrar el estado de las cosas tal cual están. El poder de las multinacionales, generado por su cuantioso capital, concibe su accionar como el único posible, el cual debe ser tolerado y aceptado más temprano que tarde. Sabe del éxito de sus procedimientos tras incontables imposiciones reverenciadas y toleradas, conoce bien la eficacia de sus aparejos de opresión, y es por eso que sostenido, acompañado y apañado por el poder político construyen el presente y disponen del futuro. Pero eso cuando un pueblo lleva adelante esta lucha sin precedentes a lo largo del tiempo, sin buscar, ni incitar a la violencia, y sin torcer, ni por un instante su reclamo, quieran o no incomoda, molesta, irrita. A nadie le pasa inadvertido 100.000 personas subiendo a un puente una y otra vez, a nadie. Por algo se lo busca ocultar, desconocer o tergiversar. La sola idea de que esta resistencia se transforme en ejemplo, que se multiplique, causaría más de un insomnio, aunque desde la lógica del poder esta afirmación suene absurda.
Hoy existen en la zona dos hechos consumados, la instalación de la fábrica y la resistencia de un pueblo que dignifica su existencia día a día. Será de algún Dios que alguna vez pose la mirada en los pequeños, será de algún pueblo de quienes tomaremos el ejemplo, será tarde o temprano el corte, la trinchera de Arroyo Verde, el lugar donde nos abrace la victoria. Porque como no dudo en decir Pablo Neruda: “…podrán cortar las flores, pero no podrán detener la primavera…” y por eso grita, enseña, corta y marcha hace años Gualeguaychú: por la primavera.

domingo, 12 de abril de 2009

EDITORIAL- MAYO 2008



Tal vez esto sea resistir...



Una vez eligieron la represión, la tortura, el secuestro, la muerte, la desaparición. Y sin que lo deseen, todo lo contrario, parimos de vientres desgarrados, retorcidos de dolor.
Más tarde pusieron en marcha su maquinaria socio-económica devastadora, individualista, genocida. Soberbios, seguros de amputar sueños, oportunidades, futuros. Y así degustamos los sabores de la resistencia, nos erguimos entusiastas en soñar y volver a hacerlo.

Por Fernando Borroni
mastempranoquetarde@gmail.com

Luego hicieron de su cinismo una cultura: “Tanto tienes, tanto vales”, y así elegimos, despojarnos de ella y de sus bienes. Y abrazarnos a nuestras raíces reconstruyendo la nuestra, la de siempre, la propia.
Sus publicidades y sus negocios de grandes marcas reprodujeron “modelos” de belleza en cada rincón. Y entonces nos afearon en la más bella de las fealdades, la de ser tan solo lo que somos: seres vivos y pensantes.
Como a niños recién lanzados a la vida nos enseñaron a comer productos de conserva en mal estado, con velocidad y una promesa de felicidad con moñito y en cajita. Fue así que de un salto le pusimos el mantel a la mesa familiar.
Los medios de comunicación fueron ecos sutiles, incansables de su discurso. Nos vendieron la noticia importante y urgente para que la vivamos como propia, única y excluyente. Mientras la cotidiana, la que se sufre a lo largo y ancho del país no tenía ni dos líneas. Y nos obligamos, entonces, a agudizar la lectura, la mirada crítica, así aprendimos a releer, a hacer periodismo.
Le pusieron música al vacío: marchas paralizantes, sonidos metálicos sin letras y sin ritmos para que las nuevas generaciones comenzaran a saltar cual maquinas descerebradas, mientras nos vendían algún tipo de sustancia energizante para saltar cada vez “más alto”. Y claro, decidimos, por si acaso afinar las guitarras, y zapatear nuestra tierra con su música.
Pronto ofrecieron el atajo hacia el éxito, hoy regado de pozos de tanto transito, y fue en aquel entonces que echamos a andar los caminos de las convicciones que hoy lucen algo más abandonado, pero tanto más nítidos y limpios.
Le cambiaron la cara al progreso: Maquinas por hombres, hombres como maquinas, enormes edificios por verde, grandes mercados por almacenes, comunicaciones digitales a distancia por más cerca que estuviésemos, valores por leyes de mercado, educación por carreras cortas, solidaridad por compromiso social. Y en medio de ello, nosotros, cientos, miles, eligiendo llamara a las cosas por su nombre.

Mundo presente abstemio de humanidad, hambriento de capital. País insolvente de valores y principios, zaceado de acumular egoísmos. Reyes de acero gobernando continentes enteros mutando de monarquías a oligarquías, a dictaduras y democracias.
Peones somos en medio de este tablero.

Tal vez sea esta, una sencilla manera de expresar que la resistencia aún vive en cada uno de nosotros. Que quizás sea, tan solo, una elección de vida, una decisión matutina y cotidiana, empecinada, enamorada, inquebrantable. Al fin y al cabo un camino por el cual se opta no solo por los propios amores, sino por los ajenos. No solo por los sueños propios, sino por los urgentes, los de toda una humanidad que quiere darse y dar otra oportunidad a la historia, y al hombre en ella. Tal vez eso sea resistir: Devolverle al hombre el derecho a escribir la Historia.

sábado, 11 de abril de 2009

viernes, 10 de abril de 2009

EDITORIAL

El día que perdimos la vergüenza


Por Fernando Borroni
mastempranoquetarde@gmail.com


Fue un 2 de abril de 1982 cuando comenzó la guerra de Malvinas. Fue esa misma tarde cuando gran parte de la sociedad argentina victoreó a un gobierno de facto. Fue un día después cuando los diarios informaron con bombos y platillos la “...Recuperación de Las Malvinas” –así al menos tituló Clarín-.

Una vez más los medios gráficos, en conjunto con los radiales y televisivos, hacían de bufones del poder de turno. Frente a un hecho doloroso y lamentable como es siempre una guerra, estos medios eligieron una vez más dar por normal una noticia que debería haberse dado a conocer al menos de otra manera; con la gravedad del caso que significaba enfrentarse bélicamente a una potencia militar como Gran Bretaña.

La Argentina por capricho de un gobierno inconstitucional y genocida comenzaba una guerra que se sabía perdida de antemano. Un manotazo político de un gobierno que se derrumbaba a pedazos por todos sus rincones, hecho que todos los analistas conocían y sobre todo la mayoría del periodismo. Sin embargo quienes debieron informarlo, en su no lo hicieron. Es cierto que mucho no se podía esperar de ese periodismo que era el mismo que había silenciado el genocidio cometido a partir del Golpe de Estado de 1976.

Seguramente este hecho es poco importante al momento de hablar de lo que en verdad fue la guerra de Malvinas. Todo suena hueco y sin sentido frente al dolor que causa el recordar a los 655 muertos en las islas del Atlántico Sur. Todo huele a absurdo si pensamos en los más de 1000 heridos en la guerra. Jóvenes que con solo 18 años se vieron con un arma en la mano con la obligación de matar, con el instinto de resguardar sus vidas y con el temor, nada inocente, a ser castigados por sus máximas autoridades de guerra. Sin duda que solo ellos son los que importan. Quienes allí dejaron su juventud, su vida y también todos los que volvieron y aún hoy conviven con el desprecio de una sociedad. Los más de 400 veteranos de Malvinas que se han suicidado y lo siguen haciendo aún hoy.

Pero si estos jóvenes y valientes soldados han caído en ese infierno, si por estos días continúan quitándose la vida, no ha sido solo por una gobierno genocida, como el de Leopoldo Fortunato Galtieri y sus escoltas tan despreciables como él: el Ex Comandante Militar Mario Benjamín Menéndez y el Canciller Nicanor Costa Méndez, sino también, y - al que le quepa el poncho que se lo ponga- a gran parte de una sociedad que victoreó en la Plaza de Mayo a un dictador ebrio que enviaba al matadero a distintas generaciones.

Ese 2 de Abril más de 10.000 personas aclamaron a “su presidente” para que salga al balcón al grito de: “Leo, Leo”. El mismo “Leo” que unos días antes reprimió brutalmente a trabajadores de la CGT. El que sostenía un aparato de desaparición y tortura a lo largo y ancho del país. Esa porción de la sociedad argentina que se disputaba quien la tenía más grande, quien improvisaba el mejor canto contra Margaret Thatcher. Imbéciles que se creían patriotas y héroes de una guerra de película. Cobardes que volvieron a sus casas, creyéndose “machotes”, agitando sus banderas, mientras nuestros jóvenes sentían como el frío y el miedo les calaba los huesos, tan solo porque eran pibes…

Mediocres que eligieron taparse los ojos ante el hecho cierto de que la guerra solo causaría desgarro y muerte a nuestro pueblo.

Medios de comunicación que vendieron un delirio asesino como un acto patriótico, hombres y mujeres que se reunían en los bares, en las oficinas, a contar cuantos aviones habían sido derribados y cuantos “Principitos” habían matado, como si todo fuese un juego de niños. Insensibles e insensatos que hicieron de las muertes humanas un PRODE de domingo.

Los mismos que pocos días después de culminar la guerra les dieron la espalda a los combatientes de Malvinas. Hoy estos combatientes, porque aun siguen siéndolo, son marginados, despreciados, mirados de reojo por muchos de los que aquella tarde festejaban en la Plaza, y por muchos otros que han preferido destacar sus imposibilidades a su dignidad.

La herida de Malvinas sigue abierta, no solo porque nos pertenecen y nos han sido arrebatadas, sino, y por sobre todo porque en esas islas yacen “nuestras víctimas”, las victimas de la soberbia argentina, la victimas de un pueblo que el 2 de abril de 1982 perdió la vergüenza, si alguna vez la tuvimos….